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Una nueva mirada al IRP

En buena hora, el que asumirá las riendas en el Ministerio de Hacienda desde el 15 de agosto próximo, Benigno López,

ha manifestado su intención de cambiarle el rostro al impuesto a la renta personal (IRP).

Por Iván Lisboa   

Este tributo entró en vigencia en el 2012, concebido con un espíritu formalizador, mediante el cual se pretendía tener un crecimiento en la recaudación a partir de otras obligaciones como el impuesto al valor agregado (IVA). A 7 años de su vigencia plena y su evidente fracaso, tanto en la reducción de la evasión como en la recaudación, los resultados obligan a la siguiente administración a pensar en modificaciones que lo conviertan en un gravamen más justo.

De acuerdo con las estadísticas de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) no solo el Paraguay tiene las tasas más bajas de la región en cuanto a renta personal (máxima del 10% frente al 25,5% de Brasil o el 35% de Argentina), sino que su incidencia sobre el producto interno bruto (PIB) se encuentra a miles de kilómetros de distancia del resto de los países latinoamericanos (0,1% frente al promedio regional del 2,2%).

En teoría, los contribuyentes del IRP son los que más ganan. Pero en la práctica, no son los que más tributan. Un informe de la Subsecretaría de Estado de Tributación (SET) publicado a mediados del año pasado nos decía que la tasa efectiva pagada por los diez aportantes con mayores ingresos en el 2016 fue, en promedio, del 1,6%. Es más, cinco de esos diez tributaron cero guaraníes por ese año.

Sin embargo, lo que parecería insólito y hasta anómalo en cualquier otro país, en el nuestro no tiene nada de irregular. Es que, la Ley 4673/12 que crea el IRP y las posteriores reglamentaciones, bajo la premisa original de un impuesto formalizador, permiten amplios procesos de deducciones, incluyendo todo tipo de inversiones y gastos familiares.

Por el otro extremo, las necesidades de la población, la inversión pública y el crecimiento acelerado de la deuda requieren que la recaudación fiscal vaya incrementándose a mayor escala.

Los ingresos generados por el cobro de impuestos indirectos, como el IVA, ya no son suficientes para sostener ni siquiera el gran aparato estatal. Actualmente, de cada 100 guaraníes que recauda el Fisco, 92 son destinados a los gastos rígidos de la administración pública, lo que deja un espacio de apenas 8 guaraníes para pensar en el combate a las desigualdades que imperan en el país.

A fin de no seguir endeudándonos a mayores niveles cada año para dar abasto a los reclamos sociales, es torpe no pensar que, además de apurar el combate a la evasión y a la elusión, se hace necesaria una revisión al régimen de la renta personal. Dándole un nuevo rostro, los ingresos extra que pueda comenzar a percibir el Estado serán de gran ayuda para reducir las desigualdades y caminar hacia esa mirada desarrollista que pretende darle el gobierno de Mario Abdo Benítez a la política económica y social.

Los paraguayos ya nos hemos cansado de escuchar aquello de que “los que más ganan más deben aportar”.

Es tiempo de que las autoridades fiscales empiecen la discusión sobre los cambios de paradigmas impositivos, de lo contrario seguiremos rezagados en comparación a la región.

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29/07/2018